En esta cocina pequeña y alargada, el diseño se centró en redefinir los espacios para optimizar cada metro cuadrado, creando un ambiente más luminoso y aireado. Cada rincón fue pensado en función de las actividades diarias de la familia, logrando un equilibrio entre estética y funcionalidad.

El mueble cafetero se convirtió en el protagonista del espacio, reflejando la dinámica familiar más valorada: el ritual diario del café. Este elemento no solo organiza, sino que personaliza el diseño, adaptándose a las necesidades específicas de la rutina familiar.

Para integrar los espacios, se optó por una paleta de materiales neutra con carácter: blanco en muros y superficies para ampliar visualmente y aportar luminosidad; madera en muebles y pisos para añadir calidez y naturalidad; y visón como acento, neutralizando y equilibrando el entorno.

El resultado es una cocina que maximiza su potencial, combinando funcionalidad y diseño acogedor en un espacio reducido.